Santiago Niño Becerra, vergüenza para los economistas

Cuando iba a la facultad me enseñaron que había dos maneras de explicar la economía. La del “sube y baja”, fácil de entender pero más propia de charlatanes y contertulios ineptos y la que se hacía con letras griegas. De esta última se decía que estaba apoyada en análisis más sesudos, cálculos numéricos, series estadísticas y una aproximación racional al fenómeno. Vaya, un poco más aburrido pero con un discurso mucho mejor estructurado.

Yo salí de la facultad pensando que mi forma de comprender la economía debía basarse en el modelo de las letras griegas, pero que sí, mi forma de explicarlo, debería ser entendible por todos. El problema es cuando todo un catedrático de economía (en este caso de la Ramón Llull) publica una sarta de patochadas sin aportar datos empíricos. Tan fácil de entender como vacío de contenido. Que lo haga la pescatera del barrio, pase. Al fin y al cabo, el rape me lo provee ella. Pero si lo hace todo un catedrático de la materia, pues me parece patético (oigo las mismas tonterías sin fundamento y encima me quedo sin rape). Ni he sido ni soy un abanderado del capitalismo liberal (al contrario), pero me avergüenza el estilo tremendista de ciertos artículos.

El discurso apocalíptico siempre vende. Particularmente en tiempos de crisis. En España se oía lo mismo en 1993. Santiago Niño Becerra, a ver si se atreve a ir enfundado en un chándal a la puerta de cualquier Carrefour y a decir lo que dice (lea aquí lo que dice). Vd. parecerá, con razón, un chalado. Y es que, los títulos no eximen a nadie de ser un cretino. Tampoco a usted.