No pienso dejar de celebrar el 14 de abril, día de proclamación de la II República Española. La II República fue el más importante intento de modernizar España hasta aquel momento. De no haberse truncado por culpa del fascismo, estoy seguro de que hubiésemos llegado a ser una de las democracias más avanzadas de Europa 40 años antes. Pero por desgracia para nosotros, la historia no fue así. Nuestros abuelos y padres padecieron la guerra y luego la dictadura en sus propias carnes. Estaría bien que esos abuelos pudiesen ir a nuestras escuelas, institutos y universiades a explicar por qué en España ser homosexual era delito, por qué las mujeres debían ir con velo a la iglesia, por qué no se podía hablar de política o algunos aún tienen miedo de hacerlo o por qué millones de españoles emigraron con una maleta de cartón atada con una cuerda en trenes de madera a países muy próximos geográficamente pero mucho más prósperos y avanzados en aquel momento.
Soy republicano porque creo en la igualdad. La igualdad de todos y todas. Eso me lleva a creer que no puede ser que nuestro jefe de estado deba serlo por haber salido de los genitales de nadie, sino que debe ser elegido mediante un procedimiento democrático. Y no dudo de que lo haga bien. El problema es que no puedo escogerlo, ¿estamos?
Sin embargo, creo que mi republicanismo dista mucho del de algunos ignorantes elevados a los altares de un patético martirio y que sólo saben quemar fotos. Republicanismo hoy es sobretodo defensa activa de la democracia, de la laicidad, del respeto a la diferencia, creer en el entendimiento mediante el diálogo y en que podemos forjar un futuro en el que cada uno dé lo mejor de sí mismo independientemente de sus orígenes, su sexo, su orientación sexual o sus creencias. Ese es el punto de partida de mis ideas republicanas y creo que el futuro de nuestro país pasa por el afianzamiento de esos valores que, aunque no exclusivos del republicanismo, sí que se pueden sintetizar en él. ¡Viva la República!
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