martes, 5 de agosto de 2008

Crisis


A estas alturas, a nadie se le oculta lo difícil del momento económico. Personalmente, me da igual si se le llama crisis o desaceleración. Técnicamente no estamos aún en recesión (2 trimestres consecutivos con tasas de crecimiento negativo) pero eso importa poco al albañil que tema quedarse ahora sin trabajo o que esté cobrando el paro.

También es cierto que esta no es la primera crisis, ni será la última ni la peor que habremos vivido. Me explico:


1. España tiene ahora una economía mucho más diversificada que en el 92, último periodo recesivo de nuestra historia. Esto quiere decir que hemos modernizado nuestro tejido productivo, así como nuestra capacidad para atraer y retener inversión y talento. No todo es ladrillo. Nuestra población laboral tiene más capacidad y preparación y, aunque no me guste, el mercado laboral es mucho más flexible desde mediados de los noventa.


2. El gobierno dispone ahora de un superávit público (diferencia entre ingresos y gastos) que empleará para estabilizar la economía. Es decir que tirará adelante más proyectos de obra pública, pagar más prestaciones por desempleo o nos ingresará 400€ en la nómina para que el tren de la economía no se pare. En el año 92, el déficit y la deuda pública eran mucho mayores, con lo que no se pudo recurrir al gasto público con tanta facilidad.


3. Los tipos de interés ( el Euribor), se acercan al 6%. Si bien son altos y el nivel de endeudamiento de las familias (el mío personal incluído) también lo es, están muy lejos de los 12,15 o 20% de principios de los 90.


4. La inflación es las más alta de los últimos 11 años. Cierto, pero es más baja que en la última recesión. Así que los lamentos sobre el precio de los tomates y la gasolina no son nuevos.

¿Cuándo llegará la recuperación? Aviso: lo peor está por llegar. Él último trimestre del año y hasta mediados de 2009 veremos mayor destrucción de empleo (hasta ahora se ha generado más paro pero también más empleo). 2010 será el año de la recuperación, cuando las familias gasten con más confianza, las empresas inviertan más y, por qué no decirlo, después de que hayan cerrado unos cuantos negocios ahora irrentables. Ni fórmulas mágicas para salir de la crisis ni el apocalipsis. Es un proceso que aparece hasta en el Antiguo Testamente ( el sueño de las vacas flacas y las gordas del faraón).

En resumen, que estamos mejor preparados en mi opinión para afrontar las dificultades que todos conocemos en este momento. El gobierno está jugando a insuflar esperanza a los agentes económicos: familias y empresas, fundamentalmente. Algunos creen que mantiene una postura ingenua, pero su pesimismo contagiaría a los demás. Y todo ello con un lenguaje en el que prima la protección de las prestaciones y derechos sociales (sólo faltaba en un gobierno que se proclama socialista). La oposición de derechas, a proponer alternativas a los planes del gobierno: de lo último que he oído han sido bajadas de impuestos. Y, entre medias, discusiones acerca de si se debe ayudar a sectores en crisis como el inmobiliario. Lo normal en un país moderno, vaya. Así que sin querer minimizar las consecuencias e implicaciones de la crisis, cometeríamos un error si saliéramos a la calle a decir que “¡España se va a pique!”.

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