Mientras aquí montamos un escándalo porque la leche enriquecida con Omega-3 está a un euro, decenas de millones de personas se están muriendo de hambre. Y es que, para las familias más pobres del planeta, la subida de los alimentos básicos como los cereales o el arroz está suponiendo lo que se ha bautizado como un tsunami silencioso.
En España tendemos a suplir esa carestía renunciando, de entrada, a ir de restaurante, restringiendo nuestras vacaciones, o suspendiendo la compra del coche o el electrodoméstico nuevo. Las clases medias de los países en desarrollo, dejan de pagar el seguro médico privado. Las clases populares de esos países consumen ahora menos carne para seguir con 3 comidas diarias. Los pobres pasan de alimentarse tres veces al día a hacerlo 2 o una. Pero el que sólo tenía un bol diario de arroz, maíz o pan de trigo, ¿qué?
En Haití, el país más pobre de América, las protestas han provocado la dimisión del primer ministro. En Camerún ha habido muertos en los disturbios. En Egipto, el ejército se ha visto obligado a hornear pan y en Filipinas, especular con el arroz puede acarrear cadena perpetua.
En esa situación se calcula que están unos 100 millones de personas en el mundo. ¿Qué cabe hacer? Como suele ser habitual, las respuestas se dividen entre el corto y el largo plazo. A corto plazo, aumentar la dotación presupuestaria del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas. Teniendo en cuenta el aumento de precios, esto supone unos 700 millones de dólares. Cifra pequeña si tenemos en cuanta las necesidades que hay que atender.
A largo plazo debemos detenernos en las causas del fenómeno. El aumento de la demanda en la India o China es gradual, no así el aumento de los precios de las materias primas. Por otra parte, los biocombustibles suponen un porcentaje pequeño de la demanda mundial (menos del 3%). Las cosechas no se han arruinado, al menos a escala global. Entonces, ¿Por qué el precio del arroz ha aumentado un 114% en lo que va de año?
Pánico en los mercados, temor al desabastecimiento, restricciones a la exportación de algunos países productores, y, finalmente, la especulación. Porque, como siempre, alguien gana con esto: los productores, las empresas y cualquier intermediario con capacidad de comprar y almacenar toneladas de grano, os sea, especulación de nuevo.
Proporcionar tierra a las familias más pobres para que la puedan cultivar y obtener alimentos hará escapar del hambre a esos millones de personas, aumentar la superficie cultivable (en detrimento de otras variedades menos rentables como el lino o el algodón) y reorientar los subsidios a la agricultura en los países ricos hacia la mejora de la productividad de estos cultivos (no hablo de subvencionar el cultivo ni a los agricultores, ojo) mejorará el panorama global. Las Naciones Unidas deberían disponer de fondos para estabilizar los precios del grano, de tal manera que, por una parte, estaría a un nivel suficientemente asequible y, por otra, evitarían oscilaciones excesivas que arruinasen a los productores más débiles. Al final, tanto la crisis como la solución son globales pero los auténticos perjudicados no son ni mileuristas.
1 comentario:
ufff,
cuantos datos condensados en tan poco espacio!
Creo que esta crisis tienen varias causas, a saber, el lado más oscuro del capitalismo (especulación en los mercados), biocombustibles, aumento de la demanda de carne en China y India (para conseguir un kilo de carne se necesitan 7 kilos de grano...), y estancamiento de la oferta (las cosechas del suroeste de Australia, una de las grandes zonas cerealísticas del mundo llevan varios años fracasando por culpa de una sequía).
Y si consumieramos menos carne? Y si aprendieramos a vivir con (un poco) menos? Y si no necesitaramos biocombustibles porque organizaramos nuestra movilidad de otra manera?
Saludos!
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